Entre nerds no nos pisamos los papers


por Valeria Beruto

John Reader: te guglié para verte la cara. Y sos feo. Feo como Carlos Pagni, feo como Bernardo Houssay, feo como mi jefe de cátedra de farmacología; y a la vez hermosamente inteligente como todos ellos. Tanto que lideraría una turba de vergonzantes groupies para ir en procesión a tirarles corpiños a cada uno, a sus casas, laboratorios u oficinas.

El libro que escribiste es segmentante, eso lo entendimos al ratito nomás de empezar a leerlo. Como el Bloody Mary: están los que lo amamos, y están los que le parece un “jugo loco”. Para los nerds como yo, tu libro es fas-ci-nan-te. Si hay alguien en la sala que no se considere nerd y que le haya gustado, lo puede comentar ahí abajo. O directamente asumirlo y formar fila acá a la derecha, que hoy estamos entregando visa y green card para ir a Nerdenia (where nerds happily live ever after).

You got me at hello, Reader. Cuando arrancaste por el principio, por los cachos de roca que hicieron que el continente sea así. Porque eso determina, como vos decís, casi todo lo demás. Eso es explicar un continente de manera original. Los ricos viven a la sombra, donde hay vegetación y minerales preciosos; y eso lo decidió la geología, en una crónica de la inequidad anunciada.

Algunos datos duelen: 

el 50% de todo el oro de la historia de la humanidad provino de Kaapvaal Kraton. No sé tanto de África como para ponerme a pensar las razones por las que un continente así de bendecido mineralmente sea noticia siempre por su barbarie y pobreza. Es meterme en camisa de once varas, en jardines que no conozco. Aún así, me atrevo a pensar que la tecnología –en forma de armas o de sustracción de minerales– y la cultura –en forma de idiomas o sistemas políticos– son dos elementos fundamentales para explicar África. Por si a alguien no le parece prioritario desarrollar ciencia, tecnología y cultura propia.

Reader, lo único que te pido es que la próxima te esmeres un poco más con los gráficos y mapas, y que no los pongas al final. Yo por lo menos, no me siento muy familiarizada con Witwatersrand, Magaliesberg o Bushveld Igneous Complex. Tu pasión descriptiva no nos acorta el camino de la manera en que lo hacen las infografías. De hecho, confieso que he salteado algún que otro paisaje o capa sedimentaria.

Me da un poco de vergüenza admitir que yo no sabía que la vida, por todo concepto, había empezado hace 3,6 billones de años, en África. Barberton Mountain Land ostenta ese record de antigüedad biológica. Como también, claro –esa la sabía–, la historia de los humanitos. Qué guiso jorobado el de este lugar de donde brotan seres de novo, que antes no existían. Creepy.

Me gustó mucho, querido John, la parsimonia que tenés para explicar. El paso a paso. Y para una nerd novicia como yo, esa manera que tenés de pasar de un capítulo a otro elegantemente, como una carrera de postas vista en cámara lenta. El capítulo uno hace el punch geológico y conecta con la primera forma de vida; así, en el dos estás a punto caramelo para conocer hitos como reproducción sexual (1000-1500 millones de años atrás), multicelulares (1000 millones) y la explosión evolutiva (600 millones) que dio lugar al reino animal. Ahí nomás me pusiste algo en lo que me gustaría reflexionar con todos unos segundos. Hubo un tiempo que fue hermoso, en el que estos seres de luz –en el más fotosintético sentido de la palabra–, los organismos multicelulares, pululaban armoniosamente. Pero un día, vaya uno a saber bajo los efectos de qué emoción violenta, un ser decidió comer a otro ser. En un mundo en el que a nadie se le ocurría comerse a otro, un día sucedió. Y no solo que le gustó, sino que además le fue moooi bien con esa estrategia: logró saltos evolutivos. Trasladémoslo a hoy: sería como una peli de zombies come true. ¡Pero los zombies ganan y son los nuevos buenos!

¿Y de la reproducción sexual qué me dicen? Un ser toma el cuerpo de otro ser para reproducirse. Tremendo. Pero ya hablamos mucho de sexo en los posts anteriores, así que nos vamos a llamar al recato. La cosa es que todo esto y mucho más puede suceder en el inquietante derrotero biológico.

Pero también, Reader, te pareció lindo contar en detalle la historia de Wegener y la Pangaea. Y me partió el alma, pobre tipo, que fuera tan original y disruptivo, y que no le pudieran creer su teoría de los continentes todos juntos, luego separándose y volviéndose a unir en loop. Me alivió pensar que murió como se tiene que morir una leyenda: atravesando el casquete de hielo de Groenlandia. Bien por él.

¿Qué habrá sentido Kitching mientras desenterraba con paciencia impúdica el Megazostrodon?


Con ustedes, el amigo Megazostrodon, un mamífero con una vida bastante sufridita, como la de todos los mamíferos que coexistieron con los dinosaurios. No les quedaba otra que vivir en los lugares inhabitables o desechados por los dinos, en la oscuridad. Malthus a la (n+1).


Say Hi to Massospondylus


La verdad que me emocioné con esos hallazgos. Entonces pensé en Lucy, esa enternecedora Austrolopitecus afarensis, y pasé rápido las páginas para leer ese relato del encuentro entre investigador y hallazgo. Prometía. Ponía guita que me iba a sacar una lágrima (como con el descubrimiento de la PCR – Reacción de polimerasa en cadena–, pero esa es otra historia nada que ver. Oh! I’m such a nerd). Y no. Tu descripción fue tan breve como desamorada. Apenas un par de menciones, como para cumplir con la formalidad ¿Qué pasó? ¿Cómo Lucy pudo ser deliberadamente opacada en esta biografía?

Como hace rato que me manejo en una Nimbus 2000, olfateé quilombo. ¡Conventillo ven a mí! Y el conventillo se hizo verbo, se hizo páginas de Internet. Aparentemente hay goma entre los paleontólogos africanos. Obvio, cómo no iba a haber, en todos lados se cuecen habas.

Están los que lo bancan a Richard Leakey, NyC –as in “nacido y criado”– en Kenia, hijo de paleontólogos (mamá Mary y papá Louis descubrieron entre otras cosas las huellas de Laetoli); y están los del bando de Donald Johanson, que medio serendípicamente (qué linda manera de decir “de pedo”) se encontró con Lucy (Lenon metido en este quilombo ¡fav!). Estos dos se declaran enemigos y defienden teorías que se contradicen.

En un hecho nerdísticamente histórico, el Museo de Historia Natural de New York los reunió luego de 30 años para que charlaran. Acá pueden ver el video.

Todo este rulo para decir que para  mí, PARA MI, Reader, te caché, ya sé que tenés más onda con Leakey que con Johanson y por eso le escupiste el asado a la pobre Lucy.

Igual volví al capítulo dos, y, John, te quiero decir que con esa oda al churrasco que hacés al final, sobre los carnívoros galopando en la evolución, te invito a comer un asadazo cuando quieras.

Del dos al tres nos pusiste una metáfora interesante: los dinosaurios basaron su estrategia en el desarrollo de su hardware (escamas, púas, corazas, espinas, etc). En cambio, los mamíferos en su software, es decir, conductas. Esto luego lo vas profundizando hasta decir que los homínidos basaron su estrategia (sí, ya sé que esto del pensamiento teleológico es una supina herejía, pero déjenme ser feliz un ratito) apostando todo a un órgano. NO, no es ese. ÉL órgano privilegiado es nuestro cerebro.

Tal vez fue ese cerebro ganando volumen lentamente lo que hizo que unos 100 tipos hace 100.000 años hayan querido saber qué había si se iban más lejos, fuera de África. Quizás fue la curiosidad y no el hambre.

Y te digo otra cosa Reader: no estés tan seguro de que Darwin **se escuchan clarinetes de gloria** no tenía razón. Si Darwin dice que el cerebro se agrandó antes de bipedestar, tarde o temprano, vas a ver, va a ser verdad. Porque estos tipos como Freud o Darwin, también Los Simpsons, al final siempre le pegan. Quizás  no haya sido el volumen, tal vez sean las arborizaciones dendríticas o vaya uno a saber qué cuernos, pero a estos homínidos se les ocurrió pararse y empezar a usar las manos para hacer herramientas por algo que imaginaron.

Capítulos seis (“Footprints”), siete (“Cutting Edge”) y ocho (“In the Mind´s eye”) todos hermosos.

Me imagino que para los paleontólogos debe ser un grano en la frente tener que lidiar con el hecho de que la ausencia de evidencia, no signifique absolutamente nada. En otras disciplinas, la ausencia de evidencia puede ser un dato importante. Ejemplo: si no tengo azúcar en la orina, no soy diabético. Obviamente que hablo desde la más impune de las ignorancias sobre la paleontología, pero veo que a cada rato la reflexión es “todavía no se ha encontrado”, “lo que vemos es lo que el tiempo sesgó para que veamos”, “si encuentro dentro de un millón de años los cuerpos de cuatro americanos, jamás podrían representar la población actual de América”, “solo encontramos lo que por condiciones muy excepcionales pudo prevalecer” y todo eso.

Hay un ejemplo sobre esto: Glynn Isaac iba con un grupo tratando de revelar nuevos secretos de la historia africana y se topan con un pibito que cuidaba cabras. El chico, que sería luego conocido como The Shangilla Herdboy, encontró un antílope que había sido atacado por leones. Lejos de lamentarse por no tener un cuchillo a mano, Glynn relata que “he tapped off a very small flake from a lava cobble and proceeded to slit the skin covering a cannon bone, which he then peeled and cracked open to obtain marrow”. Esto informa tres verdades tremendas: (1) que los problemas que confrontan la humanidad en cuanto a subsistencia en África han cambiado muy poco, (2) que la tecnología usada para obtener alimentos básicos en la cuenca de Turkana no han cambiado en millones de años, en tanto que la cuenca en sí misma ha experimentado cambios dramáticos en ese período, y (3) que el chico se comió el antílope, luego tiró esa púa-que seguramente es la herramienta habitual- y la perdió en minutos en ese lecho en extremo cambiante que es la cuenca de Turkana. Pobre Glynn, se debe haber ido deprimido esa noche al camp.

En el capítulo “In the Mind’s eye”, nos contás que a los homínidos los define (a) volumen cerebral (desde el de Lucy de 900 cm3, a un actual de más o menos kilo y medio), y (b) uso de herramientas (aunque conozco algunos que no clasificarían como homínidos si tenemos en cuenta “uso de herramientas”). Lo lindo de este capítulo es ponerse en el lugar de ese Homo erectus que se imagina una herramienta y la hace. Que no es azaroso el resultado, sino que una y otra vez hace la herramienta porque la tiene guardada en su memoria. Ahí se hace fuerte el concepto de que estos homínidos confiaron su existencia a la especialización de un solo órgano, su cerebro.

Chapter 10 es la gloria misma: Out of Africa. La genética poblacional es bella y el cuento del ADN mitocondrial es endorfínico. El hecho de que haya más delta genético entre dos nigerianos que entre un londinense y un pigmeo, a mi por lo menos, me vuela la cabeza. Ahí lo explicaste, con paciencia, que tiene que ver con que los que salieron de África fueron un lote de pocos y hace no tanto; en cambio los que están hoy en África provienen de una profundidad genética mucho mayor. Muá, muá: love you, Reader.

El tema es que el libro tiene como 45 capítulos más, y a este ritmo termino la reseña con las chicharras cantando. Habíamos quedado que íbamos a leer hasta la parte tres (¡qué tupé!). Bueno, todavía no terminé la parte 3. Reader y algún otro lector inquisidor están en todo el derecho de preguntarme por qué escribí esta reseña sin terminar de leer mínimamente lo pactado. Les soy sincera: me estaba reseñando encima. Me pareció que tenía que ir a tirar unos corpiños a mitad de camino. Eso.

Como sea, el libro me atrapó y lo voy a seguir leyendo a ver si me gradúo de nerd. Porque ¡ah! no estoy en el grado supremo de nerd, que como todo aquel que se precie de tal, debe tener a su vez una excentricidad. Si, claro, los nerds que alcanzan el Nirvana hacen o son fanáticos de cosas extrañas (i.e: correr descalzos o comer huesos de pollo). Bueno, yo creo que lo más excéntrico que tengo es que soy afecta a mirar programas de bailanta. Un Sábados Tropicales, ponele. O como mucho mi colección de muñequitos de 100%Lucha. Pero no paso de ahí. Not a genuine nerd. En cambio John se recibió con honores: escribió un libro sobre la importancia de la papa. No el papa, ni papá ni el papo. La papa, as in potato. Propitious Esculent: The Potato in World History. Un groso.

Comments

  1. Beautiful!!!! Una capa total. Adoro a los nerds, pero ni a palos soy una. Estoy empezando In The Mind's Eye, y también soy del club Queremos Mucho a Reader.
    Recién vuelvo a casa pensando en acurrucarme en un sillón, pantuflas, chocolate y seguir leyendo África.

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  2. Valeria, excelente la reseña, para poner en un cuadrito. Puedo ir directo a la crítica? Me pareció "teleológica" (sori) esa idea de que primero pensaron en pararse y después se pararon. Fue **azar** lo de poder pararse. El primero fue un deforme.

    Perdón, es tan buena la reseña que quería decir algo en contra. Bravísimo.

    Ah, chicas, paren de googlear a los autores... que Ryan está bueno, que Reader está feo. Es como cuando ven fútbol: "qué lindo Redondo" "qué feo Tévez". Pordió...

    Baideuei, borro el primer comentario, no?

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  3. ... me estaba reseñando encima... genial!!!

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  4. No leí el libro y tampoco participo de este fantástico proyecto, pero tu reseña me encantó: una pluma de aquellas !! como para enamorar a cualquier lector !!

    Alguién vociferó que sos fea ... se ve que no leyó El Principito ... "lo esencial es invisible a los ojos" !!!!

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  5. Desde ahora borro comentarios que sean (i) cobardes (ii) irrespetuosos (iii) todas las anteriores.

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  6. Maestra!! Genia!! Divertidísima reseña, con opinión, investigación extra, mucha auto referencia y mucho mucho humor.

    Gracias!

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  7. Por afano este es el libro que más y mejor información da de los tres que leímos. Yo también me salteé unas cuantas descripciones bastante pesadas. Reader es cero marketinero, pero eso es lo más valorable. Piensen que venimos de los espejitos de colores que nos quiso vender "Sex at dawn" (igual lo disfruté). Reader no necesita más que información pura y dura para atraparte.
    Valeria, lloré de risa, posta, con tu relato sobre el desplante a la enternecedora Lucy. Una vez más, brillante reseña!

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  8. Gracias, gracias. Un honor. Para servirles.

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  9. Es un libro superpoético, superprofundo, y escrito como para chicos, porque no te deja un por qué sin responder, y te dá los detalles técnicos de todo. Desde los ratios de reciclado de biomasa comparados y como influyen en ellos las lluvias y la fertilidad de los suelos, hasta la importancia de la grasa en la dieta, pasando por los períodos de 100k, 41k, y 23k años determinados por la excentricidad, inclinación, y precesión de equinoccios en la órbita terrestre. Me enseñó a encontrar evidencia de glaciaciones en el ratio entre C16 y C18 en el carbonato de calcio del plancton sedimentado.

    La reseña de Valeria igual de espectacular, poética y además humorística ("me reseñaba encima"). Te quejás de la falta de inforgrafías, yo tardo media hora extra por capítulo porque me la paso en google earth, google maps, national geographic viejas y wikipedia ampliando. Pero es parte de las maravillosas posibilidades de la vida moderna. En el pasado había que ir a la biblioteca.

    Ahora escribo al email de la derecha a ver si me aceptan en el club sin cuota de ingreso. Si me aceptan después pego mi reseña (voy por el Cap. 15)

    Recién lo descubro y llegué tarde para los dos primeros, pero hace dos años leí Shadows of Forgotten Ancestors de Carl Sagan y Ann Druyan que me voló la cabeza y tiene cosas del Third Chimp, de Sex at Dawn, y de este tambien.

    Y felicitaciones a todos por la idea, es bueno ver que en la Argentina el medioambiente todavía no seleccionó otra cosa y todavía queda mucha materia gris.

    Francisco

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  10. Clap, clap, clap! Chapeau, Valeria! Impecable tu reseña.

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  11. También estoy apasionada con África. Gracias Valeria por adelantarte y habilitarnos a sacarnos un poco lo que esta magnífica lectura nos va generando.
    Disfruto mucho cómo narra Readers. Coincido con Francisco, como para niños. Y nos resume casi en un libro de aventuras, décadas de tediosas investigaciones y comprobaciones científicas de varios millones de años.
    Aprecio su honestidad intelectual: si bien es inglés, nos advierte de entrada su admiración por ese continente -al que probablemente le dedicó su vida- que considera incomprendido por occidente. Magnífico leer sobre África, por alguien que la ama y la conoce desde adentro. También valoro la manera en que se ubica en el campo de las verdades contingentes de la ciencia y su mirada social hasta para describir la composición geológica.

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